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“La sociedad ante ETA. Miradas y actitudes”, curso de otoño en la Universidad Pública de Navarra con la FVT

“La Sociedad Ante ETA. Miradas Y Actitudes”, Curso De Otoño En La Universidad Pública De Navarra Con La FVT

El Palacio del Condestable de Pamplona fue escenario los días 24 y 25 de noviembre del curso de otoño de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), ‘La Sociedad ante ETA. Miradas y actitudes’, organizado en colaboración con el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y la Fundación Víctimas del Terrorismo.

El curso fue inaugurado por sus máximos responsables, Raúl López Romo y Marta Rodríguez Fouz, por el director del Memorial, Florencio Domínguez; el vicepresidente del Gobierno de Navarra, Javier Remírez, y por Inés Olaizola, vicerrectora de la UPNA. Florencio Domínguez, haciéndose eco de una encuesta encargada por el ejecutivo foral entre estudiantes navarros para llevar el terrorismo a las aulas, destacó los siguiente: “La mayoría de los jóvenes desconoce hoy lo que ha supuesto el terrorismo de ETA para la sociedad y el sufrimiento causado. Más de la mitad nunca ha oído hablar de Miguel Ángel Blanco. Pero lo que debe preocuparnos no es tanto el desconocimiento, que eso es subsanable, sino el hecho de que un 26% de los jóvenes navarros justifique el posible uso de la violencia por un objetivo político”. Dominguez añadió que el Gobierno de Navarra es “pionero y ejemplar” en este trabajo porque “muchos estudiantes han escuchado ya los testimonios de víctimas y han trabajado unidades didácticas sobre el terrorismo. Además, se nos está pidiendo al Centro Memorial apoyo para formación de profesorado”, indicó.

El vicepresidente primero del Gobierno de Navarra, Javier Remírez, mostró también su preocupación por los datos de la encuesta citada por Florencio Domínguez. “Los datos -afirmó- me parecen no ya preocupantes, sino inadmisibles. Llama la atención que un 52% del alumnado no justifica la violencia con fines políticos, pero que el 26% considera que sí puede estar justificada para esos fines políticos”. Remírez consideró “imprescindible que la Educación sobre el terrorismo llegue a las aulas y se conozca el relato de las víctimas y el dolor causado por ETA con el fin de que no vuelva a repetirse”.El vicepresidente del Gobierno navarro destacó el acuerdo entre el Ministerio y el Memorial para crear 7 unidades didácticas y 28 sesiones lectivas. Por último, la vicerrectora de la UPNA, Inés Olaizola defendió la necesidad de la memoria para “evitar sucesos como aquellos”.

La primera conferencia estuvo a cargo de Jesús Herrero Arranz, antiguo miembro de la comisión permanente de Gesto por la Paz, quien repasó la génesis y evolución posterior del grupo pacifista nacido de la fusión de varias asociaciones. Herrero recordó que Gesto fue “una genuina construcción colectiva resultado de análisis y del aquí y ahora de esos momentos”, con una defensa permanente de todos los derechos humanos desde una organización “apolítica y apartidista”. El exdirigente de Gesto por la Paz rememoró los “gestos por la paz” en los que su organización fue pionera, con “todas” las víctimas de la violencia, incluidos terroristas muertos en atentados, y resaltó el papel de Gesto con aportaciones como la defensa de las víctimas de “la violencia de persecución” o la “reconciliación de la sociedad hacia las víctimas”.  Sobre estas últimas hizo una autocrítica: “todos hemos llegado tarde a las víctimas”. Frente a esta realidad “ellas han tenido una actitud impagable”, remarcó.

La segunda conferencia, sobre Elkarri el movimiento social “por el diálogo y el acuerdo” fue pronunciada por Joseba Eceolaza exconcejal de Batzarre en Zizur Mayor y exparlamentario navarro por Nafaroa Bai. Eceolaza fue militante de Elkarri entre los 15 y los 21 años, y se dio de baja por la falta de compromiso del grupo liderado por Jonan Fernández con las víctimas del terrorismo,  -“no estaban entre njuestras preocupaciones”- y también porque no consideró suficientes “las microrresistencias” que hizo “para deslegitimar la violencia”. El ahora secretario de Políticas Sociales y Pública de CC.OO. de Navarra puso el acento en las víctimas con un compromiso claro: “Tenemos que construir una comunidad del recuerdo, un espacio en el que escuchemos más y no pesen tanto las etiquetas, en parte para que las víctimas vean que se ha hecho lo posible por cerrar heridas”

La primera jornada finalizó con una mesa redonda de víctimas del terrorismo moderada por Yulen Garmendia, periodista de El Diario de Navarra. En la misma participaron María Sanz Biurrun, Cristina Cuesta y Julio Vidaurre, tres víctimas de ETA que expusieron ante estudiantes de la UPNA el sufrimiento que vivieron y el aislamiento social posterior. María es hermana del inspector Carlos Sanz Biurrun, asesinado por ETA en Pamplona, el 8 de octubre de 1979. glosó la figura de su hermano: “mataron a un navarro servicial, a un hombre que creía en la dignidad de las personas y la reinserción”. Además, recordó cómo sus “costumbres metódicas” facilitaron el crimen en Bajada de Labrit de la capital navarra. María Sanz relató las dificultades con las que vivieron como víctimas con una anécdota que ilustra la convivencia en los años de plomo: “estábamos en una casa navarra y uno de los presentes dijo que brindaba con una copa de coñac con cada policía muerto. Me tuve que ir a la cocina para poder llorar”. Cristina Cuesta, hija del delegado de Telefónica en Guipúzcoa, asesinado con su escolta en San Sebastián por los autónomos en 1982, vivió con dolor y confusión la muerte de su padre hasta el extremo de interiorizar que su padre “era culpable” porque en su entorno le preguntaban “en qué andaba metido”.  Cristina, hoy en Madrid, en la Fundación Miguel Ángel Blanco, nunca olvidará la insensibilidad con las víctimas que tanto le marcó. Contaba que en cierta ocasión escuchó una potente explosión en San Sebastián ante la que ella reaccionó gritando “¡Es un atentado!” sin que nadie más se levantase de sus mesas. Tanta frialdad ante los damnificados por el terrorismo, le hizo reflexionar y “levantar la voz” para decir que era víctima y que hacía un llamamiento “por la paz”, poniendo así en marcha la primera asociación pacifista vasca. Julio Vidaurre, hijo de Jesús Vidaurre Olleta, asesinado en Pamplona junto a un amigo, el 1 de mayo de 1980, repasó las dificultades que vivió al quedar huérfano con tres hermanos en un ambiente imposible para los damnificados por la violencia. El sufrimiento y la revictimación fueron esbozadas por él: “Las víctimas nunca hemos pedido venganza, hemos pedido justicia”. Una justicia que para Julio “no ha funcionado” y que no puede haberla “sin verdad”.

El viernes 25 de noviembre, la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa disertó sobre “Los movimientos cívicos tras Miguel Ángel Blanco” explicando los principales hitos de los años del Pacto de Estella. La eurodiputada de Ciudadanos aseguró que “la estrategia de socialización del sufrimiento” implantada tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, no era la primera vez que se ponía en marcha, porque, según Pagaza, “comenzó con políticos de UCD y Alianza Popular” entre finales de los años setenta y principios de los ochenta. La expresidenta de la FVT desveló tres cláusulas del Pacto de Estella entre los partidos nacionalistas y ETA con el que se pretendía que la banda “dejara de matar”, a cambio de “quitar los derechos políticos y de dar muerte civil” a los partidos constitucionalistas en el País Vasco y Navarra. En ese contexto nacieron el Foro Ermua y ¡Basta Ya! Maite Pagaza relató cómo fue posible crear ¡Basta Ya! Nació como un grupo espontáneo y plural que salía a la calle cuando sus miembros lo decidían contra “el nacionalismo obligatorio”. Para la exmilitante del PSE-EE y UPyD “hay veces que el miedo hace que uno huya, pero también puede hacer lo contrario”, y así reaccionaba la ciudadanía cada vez que ¡Basta Ya! convocaba manifestaciones.

En la segunda conferencia el catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU, Luis Castells Arteche fijó su intervención en los indiferentes al terrorismo etarra estableciendo que “en los fenómenos de violencia hay siempre 3 sujetos: ejecutores, víctimas y testigos. La actitud de estos es vital.” Para Castells es fundamental el papel que juegan los que el califica como en la categoría de indiferente, bystander o mitläufer. Fijó tres etapas, la primera entre 1977 y 1988, la segunda entre 1988 y 1997 y la tercera entre 1997 y 2011. De la primera destacó algunas manifestaciones multitudinarias entonces como reacción a secuestros o asesinatos, con la “ausencia de microresistencias”: “No se miraba, se hacía como que no se oía”. De la segunda, subrayó que comenzó una reacción propiciada por el pacto de Ajuria Enea, la aparición de movimientos cívicos y la disputa del control de la calle a los seguidores de ETA. Y de la tercera, Castells entiende que, con el Pacto de Estella, hubo un “incremento de la tensión terrorista”, pero también de “la movilización social”. Todo cambió, porque, según él, se percibía el final de ETA.

Cerró el curso la profesora de la Universidad de Deusto, Izaskun Sáez de la Fuente Aldama, analizando detalladamente al entorno de ETA. Sáez de la Fuente aseguró que “la autodenominada izquierda abertzale nunca se concibió como una reacción al franquismo, sino como una reacción a España como represora de la realidad vasca”. A partir de ahí revisó algunos conceptos definitorios del entorno de la banda terrorista, su moral legitimadora con la figura del héroe-mártir frente a la “represión y la traición”, y la “metáfora de los círculos concéntricos” que explican los grados de compromiso o vinculación de los militantes del entramado terrorista abertzale.

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