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Día de la Memoria 2021 en Irún

Día De La Memoria 2021 En Irún

El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, en colaboración con la Delegación del Gobierno en el País Vasco, celebró el Día de la Memoria con un acto, desarrollado en el Ayuntamiento de Irún, donde se homenajeó a los diferentes colectivos amenazados y castigados por el terrorismo abertzale. En la Sala Capitular del consistorio irunés se dieron cita representantes del mundo empresarial, la judicatura, los medios de comunicación y los cargos políticos locales, todos ellos en el punto de mira de la banda terrorista ETA y su tarma política durante años. El expresidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV), Juan Luis Ibarra; el presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra, la periodista Charo Zarzalejos y Asun Guerra, exconcejala del PP en Andoain, narraron algunas de sus experiencias. Abrió el homenaje el alcalde de la localidad, José Antonio Santano, quien recordó “la resistencia y la lucha callada de una parte importante de la sociedad vasca frente al acoso terrorista”.

El director del Memorial, Florencio Domínguez, puso los números sobre el atril con una intervención que ofreció datos elocuentes: “Irún ha sido campo de pruebas de todas las formas de amenaza empleadas por ETA y por el entorno político que la ha respaldado. Esta ciudad ha sido escenario de 23 asesinatos”, una cifra sólo superada en Euskadi por las tres capitales vascas. La ciudad fronteriza “suma 86 atentados de ETA y 104 ataques de kale borroka con 24 heridos”, añadió Domínguez. El periodista navarro aportó datos de 2003 de una estimación de la organización Gesto por la Paz en los que la organización pacifista “estimó que hubo unos 42.000 amenazados. 24.000 eran policías, unos 15.000 empresarios, 400 periodistas y 350 jueces”. A juicio de Domínguez, Irún “no ha sido una excepción sino acaso el piloto, el modelo para muchas localidades en cuestión de amenazas a los ciudadanos que ETA consideraba desafectos. Amenazas que no se han limitado a una época concreta y que afectaron a unas 42.000 personas”. En este sentido, relató el caso de un comerciante irunés extorsionado por ETA que huyó de su hogar con su familia, con lo poco que cabía en su utilitario, la noche que expiraba el plazo que le había dado la banda para pagar.

El presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra, fue el primero en subir al atril remarcando que “aquellos son unos años que no hay que olvidar, porque la memoria es frágil”. En opinión de López Atxurra, “sin la memoria, la banalidad del mal se asienta en la sociedad y, cuando las heridas se cierran mal, el mal vuelve con mayor horror todavía”. El directivo de la primera empresa vasca de hidrocarburos recordó particularmente a Ángel Berazadi, el primer empresario secuestrado y asesinado en 1976, así como a “las mujeres y los hijos que fueron tantas veces el sostén de los amenazados y extorsionados”.

La periodista Charo Zarzalejos confesó, antes de comenzar su intervención, que le temblaba la voz “por volver a Irún”, dando paso a un emotivo discurso: “Sabemos lo que es trabajar en los 80 y 90 bajo la presión. Asesinaban a algunos para que todos tuviéramos miedo. Fuimos afortunados, pero otros murieron para que no nos tocara a nosotros y por eso muchas veces siento vergüenza al decir que sobrevivimos. El nuestro era un miedo tangible, real, con nombre y apellidos. Muchos lo vivieron en sus casas y otros en sus redacciones, asediadas por bombas y amenazas. Mi gratitud a todos ellos, a todos los que en aquellos años siguieron haciendo lo que debían hacer: llamar asesinos a los asesinos y asesinados a los asesinados”. La periodista bilbaína rememoró los tiempos en los que uno salía de casa “sin saber si vas a volver y tienes miedo a doblar la esquina” y explicó que tardó mucho tiempo en “montar en coche o ir tranquila sin escolta”, confesó

El magistrado retirado Juan Luis Ibarra recordó a los magistrados y fiscales que sufrieron la violencia de persecución de ETA y su entorno, así como a los asesinados por ETA, con especiales palabras de recuerdo para José María Lidón, asesinado en 2001, que “a día de hoy no ha alcanzado a obtener ni la verdad ni la justicia victimada”. El expresidente del TSJPV subrayó que “nunca hemos aceptado ni vamos a aceptar un diploma en la universidad del olvido, porque el deber de la memoria nos sigue imponiendo la tarea de medirnos con aquel pasado en el que la gramática de la violencia, creada por ETA y difundida por una parte significativa de la política y la sociedad vasca, contribuyó a que Lidón, antes de ser asesinado, hubiera sido ya plenamente incluido en la categoría de la población sobrante”. Ibarra detalló los ataques sufridos por la judicatura entre 1997 y 2001, recordando y enumerando a todas sus víctimas: “Sobrevivimos. Podemos mirarnos y mirar a los que a través del discurso del odio justificaron aquellas vidas negadas y también a quienes, al mirar para otro lado, no evitaron que aquello siguiera sucediendo”, zanjó.

Finalmente, la exconcejala del PP vasco en la localidad guipuzcoana de Andoain, Asun Guerra resaltó que “es muy importante no olvidar y no dejar que los ciudadanos olviden”, así como “contar a nuestros jóvenes lo que se vivió aquí y que no se vuelva a repetir”. La militante popular, hoy retirada de la política, contó dos días grabados en su memoria. Uno, el final de la tregua-trampa de ETA en 1999: “Yo era consciente del peligro pero el domingo que anunciaron que acababa la tregua, te derrumbas. Y no sabes cómo contárselo a tu hija. Explicarle que van a matar otra vez, sin ningún motivo. Tenía una hija de tres años y estaba embarazada otra vez”.. Y un segundo día negro, cuando le llamó la Ertzaintza para informarle de que estaba “en un listado de ETA, que un comando conoce mis horarios de casa y de trabajo. Que tienen todo. Y, lo que más me dolió, que sabían los datos de mi hija, sus horas del colegio y sus extraescolares”. “Lo mío mal, pero esto… Y te sientes culpable, aunque no tengas la culpa”, remató. Asun Guerra recordó que “es muy difícil vivir escoltada con dos hijas” y destacó que “yo estaba en el paritorio y la escolta estaba fuera esperando”. Pidió al Memorial “que sigan haciendo su gran trabajo y que no permitan que nadie blanquee lo que ha pasado”. “Hace falta contar a nuestros jóvenes lo que se vivió aquí”, reclamó.

Cerró el capítulo de intervenciones el delegado del Gobierno, Denia Itxaso, describiendo “aquella sensación de abandono, de falta de aliento y de solidaridad”, la cual “empujó a salir a tantas familias de nuestro país en busca de un lugar alejado de la amenaza y la coacción. Aguantar la presión resultaba particularmente asfixiante e insoportable”, subrayó.

Entre los asistentes al acto estuvo la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro. También el presidente de Confebask, Eduardo Zubiaurre, directivos de varias empresas, la fiscal superior del País Vasco, Carmen Adán, el exdirector de El Diario Vasco José Gabriel Múgica y mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional en la provincia de Guipúzcoa y la comarca de Bidasoa. El acto de homenaje se cerró al compás de una guitarra y con la canción ‘Ausencia’, popularizada por el cantautor Imanol y basada en un poema de Lope de Vega. La intervención artística corrió a cargo de Juan Ramón Unamuno y Felipe Juaristi, quien recitó dos poemas en euskera y castellano.

 

DISCURSO DEL DIRECTOR DEL MEMORIAL, FLORENCIO DOMÍNGUEZ

Hace una semana, el pasado día 2, se cumplieron 43 años del asesinato de un vecino de Irún. Se llamaba José Legasa Ubiría, tenía 49 años, estaba casado y era padre de cuatro hijos. El motivo de su asesinato había sido negarse a pagar la extorsión que le exigía ETA y denunciar el intento de chantaje. Henri Parot fue el terrorista que mató a don José Legasa. Con este atentado Parot comenzaba una larga carrera criminal que no terminó hasta 1990 después de haber asesinado a 38 personas. Pocos meses después de este atentado, otro comerciante de Irún, vecino además de José Legasa, recibió una carta de extorsión de ETA. Le daban un plazo de quince días para acudir a Francia, a preguntar por el omnipresente señor Otxia, llevando diez millones de pesetas. Antes de recibir la carta el comerciante había vivido un largo proceso de amenazas que incluían la realización de pintadas en la fachada de su negocio en la que se le acusaba de anti vasco. La banda y su entorno, como las pinzas de una tenaza, actuaban de forma coordinada para imponer el terror.

El comerciante no quiso contribuir a la financiación de ETA, pero sabía las consecuencias que tenía esa negativa. Lo había visto con su vecino Legasa. Así que la víspera de que venciera el plazo que le había dado ETA abandonó Irún con toda su familia: en secreto, con nocturnidad y abandonando su negocio y propiedades porque no había tenido tiempo ni siquiera de malvenderlas. Un hijo de la víctima, en testimonio entregado al Centro Memorial, relataba las circunstancias de la salida camino del sur:

“El traslado no pudo ser más traumático, puesto que para evitar llamar la atención nos marchamos de noche con lo que cabía en nuestro vehículo (un Seat 127), dejando todos nuestros muebles y enseres. Asimismo, con el fin de evitar ser localizado, cortamos toda comunicación con familia y amigos residentes en Irún durante años. El alto grado de violencia existente por aquel entonces lo recomendaba”.

Cinco días después de que este comerciante se marchara, ETA asesinaba a otro empresario de Irún. Por desgracia el comerciante que se fue al sur no fue el único vecino que se enfrentó a la amenaza de ETA y que optó por salvar la vida a costa de desarraigo y de abandonarlo todo: familia, negocios, amigos…

Las amenazas han sido consustanciales a la actividad de ETA desde el primer momento de la existencia de este grupo porque la naturaleza del terrorismo consiste en intimidar a todos aquellos que no están de su lado mediante el uso de la violencia o la amenaza de utilizarla. Irún ha sido campo de pruebas de todas las formas de amenaza empleadas por ETA y por el entorno político que le ha respaldado. Esta ciudad ha sido escenario de 23 asesinatos, lo que la convierte en la cuarta localidad vasca con mayor número de crímenes etarras, solo superada por las capitales. Suma un total de 86 atentados de ETA y otros 104 ataques de kale borroka que, además de las víctimas mortales, han dejado 24 heridos.

En Irún, como en otras muchas localidades, se ha aplicado todo el catálogo de métodos de intimidación: agresiones, pintadas, amenazas directas en la calle, cartas personales o la elaboración de listas negras con los nombres de aquellas personas de las que se sabía que ETA se iba a ocupar en algún momento. A finales de 1977 se difundió una de estas listas negras con doce nombres de otros tantos vecinos de Irún, varios de los cuales huyeron de la localidad de forma inmediata. El 12 de febrero de 1978 apareció una nueva lista, esta vez con once nombres a los que se colocaba en el punto de mira. No es de extrañar que a finales de ese mismo mes la prensa informara, con nombres y apellidos, de la huida de cuatro altos cargos de este mismo ayuntamiento, de tres exalcaldes y del responsable de una empresa que había sufrido un atentado. Ese mismo año de 1978, se difundió una tercera lista de amenazados con la cabecera de “Informe a Euskadi” (depositada también en el Centro Memorial) en la que se daban los nombres y apellidos de otras ocho personas, incluyendo datos personales como el domicilio, el teléfono y, por supuesto, las acusaciones que les formulaba la banda terrorista. Algunos de los incluidos en este listado abandonaron también la localidad escoltados, incluso, por la policía hasta la estación del tren. Algunas de estas personas, además, habían recibido una carta de ETA en la que les daban un ultimátum para que abandonaran en quince días la ciudad.

Irún no ha sido una excepción, sino acaso el piso piloto, el modelo para otras muchas localidades, en cuestión de amenazas a los ciudadanos que ETA consideraba desafectos. Y las amenazas no se han limitado a una época concreta, no son exclusivas de la transición o los años de plomo, sino que han sido permanentes a lo largo del tiempo. Incluso se incrementaron a raíz de la estrategia de la “socialización del sufrimiento” aplicada a partir de 1995. En el año 2003, la organización Gesto por la paz cifró en más de 42.000 las personas amenazadas de las cuales 24.000 correspondían a policías, 15.000 a empresarios, 1.250 a políticos, 800 a funcionarios de prisiones, 400 a periodistas, 350 a jueces y fiscales, 200 a profesores e intelectuales. Y era una evaluación moderada.

Hoy, con este acto, queremos recordar a todos aquellos que fueron amenazados por los terroristas porque sin su recuerdo nos quedaría incompleto el conocimiento de la época de la violencia. El estudio Proyecto Retorno, realizado por un equipo de investigadores del Instituto Vasco de Criminología, encabezado por su director, José Luis de la Cuesta, incluía a propósito de los amenazados, la siguiente recomendación que hago mía:

“Resulta fundamental -decía el estudio- la importancia del concepto de relato, como conocimiento detallado de un hecho, por las personas amenazadas dentro de la construcción de la memoria”.

Para tener un conocimiento preciso de lo que ha supuesto el terrorismo de ETA en nuestra sociedad, hay que tener presentes no sólo a los asesinados, a los heridos, a los secuestrados, sino también a todos aquellos que vivieron amenazados o que tuvieron que abandonar su tierra para salvar la vida. Sin su recuerdo, sin el conocimiento social de sus vivencias traumáticas, el mapa de la memoria estará incompleto.

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